La historia de mi vida comienza en Sevilla en el lejano 1975, tan alejado en el tiempo como incapaz de justificar la edad actual de mi cabeza, que debe de rondar los 25.

De pequeño no me interesaban en absoluto ni la música ni las palabras, prefería darle patadas a un balón con mis hermanos del barrio. Llegué incluso a escurrirme del deseo de mi pobre madre de hacerme pianista a los 5 años (de lo que ahora me arrepiento profundamente, claro) con “performances” dignas de un mártir en la cruz, y no fue hasta mi adolescencia cuando, gracias a los Beatles, a Oscar Wilde y a Poe, aprendí a conocerme y a aceptar que siempre sería un alma impaciente y un esclavo de la belleza, con todo lo bueno y todo lo malo que eso conlleva.

Pero la marea de la vida muchas veces te arrastra en sentidos opuestos a los que debería, y acabé estudiando Bioquímica en vez de Filología o Historia, y dedicándome a la docencia en vez de a jugar con las palabras y retorcer notas. Y fueron pasando los años… seguí escribiendo y haciendo música, aunque sólo fuera para calmar a la vocecita que en mi cabeza me gritaba que estaba siendo un cobarde y un gilipollas.

Ella

Y si la primera vez fueron sir Paul McCartney y Oscar Wilde los que me salvaron, esta vez sería Ella. Ella, Ella, siempre y mil veces, Ella. Volví a nacer. Como dijo Bogart en In a Lonely Place: “nací cuando te conocí, morí cuando me abandonaste y viví unos años mientras me amaste”  (o algo así, estoy citando de memoria). Fue tanto lo que Ella removió mis entrañas, era tanta la necesidad que sentía de sacar fuera todo lo que me provocaba, que decidí mandar mi vida establecida al carajo, acabar con la farsa y hacer lo que siempre quise: escribir y componer no sólo para mí, sino también para el mundo.

La marejada que Ella trajo a mi vida también tuvo algo malo, una depresión que cortó mis alas durante tres años y que, afortunadamente, para mí ya es sólo un recuerdo y una lección que me enseñó a amar también las pequeñas cosas de la vida.

Total, que no quiero daros más la chapa y ya estoy casi terminando. Poco antes de que empezara la pandemia, decidí por fin empezar mi proyecto musical- literario, y en esas estaba cuando el maldito bicho entró en nuestras vidas y lo hizo todo más difícil. Y ahora que parece que nos da algo de respiro, por lo menos en España, que en otros sitios todavía queda, me lanzo como un tigre demasiado tiempo enjaulado, y con un nuevo equipo de trabajo, a intentar poner mi granito de arena para que el mundo sea un sitio mejor. La belleza trae felicidad y la felicidad, fortaleza. Y la fortaleza es el pilar sobre el que se cimenta el progreso. Muchas gracias a todos y espero que os guste lo que voy a seguir compartiendo con vosotros.